TRAWELN

En plena Araucanía, a 15 kilómetros de Cañete, se encuentra el lago Lanalhue; escenario escogido hace años por Pedro Durán y Flor Weisse para recibir a turistas que quieren disfrutar del paisaje lacustre. El Centro Trawëln es una de las últimas obras que completaron, en que la congruencia de la arquitectura y la calidez de sus interiores evocan la cultura mapuche de la zona. El proyecto lo realizaron en conjunto con la oficina de arquitectura y diseño Factoría Design, de los arquitectos José Miguel Heras y Susana Herrera. “Es importante aclarar que lejos de pretender apropiarnos del simbolismo mapuche, nos interesa su mirada sobre el cosmos y la vida. A partir de eso intentamos un juego de reinterpretación de elementos del lugar y su cultura. Así, de manera lúdica, celebramos sus simbolismos y relaciones con la naturaleza que han construido la historia de este hermoso lugar”, explican los arquitectos. Sonidos, colores, aromas y texturas proponen un incentivo a los sentidos a través del uso de materiales nobles, como la madera y hormigón en su estado natural, y la relación con la vegetación.

Fue así como dueños de casa y arquitectos se dieron a la tarea de “construir ideas”, como definen. Si bien, por años, Pedro ha trabajado la madera de manera muy rigurosa en la construcción, este proyecto le significó una nueva forma de tratarla, en cuanto a posibilidades, colores y detalles. Para los arquitectos, en tanto, el desafío lo planteó la investigación de esta zona que en los últimos años ha estado en medio de una fuerte tensión por la reivindicación mapuche; por lo que otorgar un reconocimiento a la influencia cultural de este pueblo les pareció impostergable.

Se trata de una construcción mixta, bañada por la orilla del lago, lo que la hace ver como flotando. Por eso la base está compuesta por pilotes de hormigón; mientras que madera de ciprés la conforma, escogida para resistir la humedad alta del lugar. El acceso está determinado por una rampa de hormigón con pinturas simbólicas en el piso. Sus interiores se caracterizan por tres espacios claramente diferenciados: uno circular que evoca una ruka, otro central apegado al cerro que hace de muro de contención y, por último, un bloque cuadrado que acoge los ambientes de los baños.

El volumen circular, más contenido e íntimo, recuerda la ruka mapuche, conformada por un cilindro de madera en el techo e iluminación que no satura la atmósfera. Una barra de hormigón y un sofá-kadiforo (costilla) complementan la circunferencia. En el centro, el kütral o fuego parece suspendido dentro de un artefacto cónico, conformando la sensación de un lugar para el desarrollo de un ritual entre el hombre y la naturaleza.

El espacio central, más social, se expande hacia el lago a través de una terraza escalonada hasta el nivel del suelo. Las mesas en hilera, en maderas lacadas en poliuretano, y las placas de los muros, de acrílicos con luces indirectas y piezas de metales, constituyen un trabajo abstracto de tonalidades. “Estos verdes de alguna manera se relacionan con la vegetación de la ladera del cerro, desde el cual se pueden observar quilas y bambúes, proyectando el paisaje al interior”, comentan los profesionales. Al frente se ubica un pequeño escenario para cantantes, que recuerda un kultrun, a partir de una estructura de madera con soportes, desde donde se elevan cuatro elementos que parecen nacer de dicho instrumento.

Bordeando el espacio central destaca la mesa filu (culebra o serpiente) que, como una gran pieza de mecano, se adapta al lugar y los distintos usos; extendiéndose o comprimiéndose según las necesidades.

Al fondo, el lugar destinado a los sanitarios, cuyas vistas permiten apreciar el Lanalhue en su gran extensión.

Un proyecto integral, en que todos los muebles fueron diseñados por Factoría Design, de modo de mantener el sentido original de la arquitectura orgánica y con una estética congruente al paisaje lacustre en que está inmersa.

Otro lugar poético, el volumen destinado a los baños. Mientras uno se lava las manos, tiene al frente el lago en su gran extensión.

La atmósfera de este lugar recuerda a la ruka mapuche. En el centro el kütral o fuego parece estar suspendido dentro de un artefacto cónico en el aire, haciendo equilibrio sobre una base apoyada en un punto. La iluminación se trabajó con luces puntuales y penumbras.

Sobre un costado, acompañando el movimiento circular, una barra de hormigón permite una amplia vista al lago. Mientras que completa la circunferencia un sofá-kadiforo (costilla), diseñado a partir de 82 piezas de terciado, cortadas a mano y unidas por barras de metal que las atraviesan.

El espacio central está conformado por una hilera de mesas plegables ubicadas bajo una abertura superior que mira al cerro. Acrílicos, metales y maderas pintadas con barniz de poliuretano de distintos tonos de verde, proponen un juego con los colores de la vegetación.

Un pequeño escenario para la música recuerda un kultrun. Se trata de una estructura de madera con soportes, desde donde se elevan cuatro elementos caracterizados por un timbal de madera, en cuyas superficies se aprecian líneas rojas que dividen al mundo en cuatro partes.

Bordeando el espacio central destaca la mesa filu (culebra o serpiente), completamente móvil y se contorsiona en todos sus tramos. Anclada a la losa por una pata fija en un extremo, el resto son ruedas metálicas.

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